Lo que nunca pensé que sería tan difícil en mi emprendimiento: vender
Cuando empecé mi proyecto de emprendimiento, lo primero que hice fue un plan de empresa bien estructurado. Definí mis líneas estratégicas, mis objetivos, mis acciones clave… Me sentí como una auténtica visionaria, con todo perfectamente diseñado para que mi negocio creciera y floreciera. Y entonces… me topé con la realidad de la venta.
Ah, la venta. Ese arte oscuro que unos dominan con maestría y otros, como yo, descubrimos que nos da un vértigo tremendo. Y no es por falta de ganas o de confianza en mi trabajo. Yo sé que lo que hago funciona, sé que ayudo y a quién ayudo, sé que transformo equipos y personas. Pero… venderlo, explicarlo, hacer que la gente quiera comprarlo sin sentir que les estoy persiguiendo por la calle con un megáfono… eso es otra historia que tiene mucho que ver con lo que me he contado sobre la venta y los vendedores.
Entre la sutileza y la agresividad
Si algo me ha enseñado el camino del emprendimiento es que todo el mundo tiene una opinión sobre cómo vender. Montones de personas dicen tener la varita mágica para la venta, y vaya, en realidad no existen fórmulas mágicas. En las mentorías me dicen: «Eres demasiado sutil, no se entiende que vendes.» Al día siguiente, otra persona me dice: «Eres demasiado directa, relájate un poco.» Y yo, mientras, con un lío mental digno de una película de espías, preguntándome cuál es el punto medio correcto.
La conclusión a la que estoy llegando (después de muchos intentos, pruebas y algún que otro error) es que la clave no está en seguir exactamente lo que otros me dicen, sino en encontrar mi propia manera de vender. Una que me haga sentir bien, que sea efectiva y que no me haga sentir que estoy disfrazándome de algo que no soy. Y para ello tengo la oportunidad de experimentar, experimentar y seguir experimentando.
Los europeos y nuestra extraña relación con la venta
Leí el otro día un artículo que hablaba sobre cómo los norteamericanos se echan las manos a la cabeza cuando tienen que tratar con europeos como proveedores. Decían que somos un poco casposos en esto de vender. Que nos pasamos el tiempo intentando vender sin que parezca que estamos vendiendo, como si tuviéramos que disimularlo. Y la verdad, esto me resonó muchísimo.
Porque, ¿cuántas veces he sentido que no puedo decir abiertamente «te quiero vender esto» sin que parezca que estoy violando alguna ley no escrita de la cordialidad? Es absurdo. Si tengo algo que puede ayudar a alguien, ¿por qué debería esconderlo detrás de un millón de rodeos? ¿Por qué me desgasto en darle vueltas para no sonar demasiado «vendedora»? La venta no debería ser un truco de magia donde el cliente compra sin darse cuenta.
Así que aquí lo digo claramente: quiero venderte
Sí, quiero venderte. Quiero ayudarte y, para ello, necesito que sepas que tengo algo valioso para ti.
- Si lideras un equipo que está todo el día con líos y broncas, puedo ayudarte a mejorar la cohesión.
- Si lideras un equipo donde cada uno va a la suya, puedo ayudarte a mejorar la confianza.
- Si lideras un equipo donde las reuniones son eternas y nunca llegáis a nada, puedo ayudarte a mejorar la toma de decisiones y la efectividad de reuniones.
- Si lideras un equipo donde la gente se marcha a golpe de talonario, puedo ayudarte a aumentar el compromiso.
- Si lideras un equipo donde hacéis retrabajos y pérdidas de tiempo, puedo ayudarte a mejorar la productividad.
Y lo mejor de todo es que no te voy a perseguir con mensajes invasivos, ni te voy a llenar la bandeja de entrada con correos diarios de «compra ahora o te arrepentirás». Simplemente quiero que sepas que si necesitas ayuda con esto, yo estoy aquí y sé cómo hacerlo.
Así que si algo de lo que he dicho resuena contigo, si alguna de estas situaciones te suena demasiado familiar, hablemos. Porque vender, al final, no es otra cosa que conectar con las personas adecuadas y ofrecerles una solución que realmente les sirva. Y de eso, sí que entiendo.