Durante muchos años, he dedicado esfuerzos considerables a comprender el arte de gestionar las emociones. Me percaté de que, al enfrentarme a emociones incómodas como el enfado, la vergüenza, la culpa, el aburrimiento, el miedo o la tristeza, recurría a cualquier distracción disponible para alejar esa incomodidad. Deseaba con todas mis fuerzas aprender a gestionar las emociones, afrontarlas y trascenderlas, para dejar de huir y ahuyentar la incomodidad que me provocaban a través de reacciones que me hacían más daño que bien.

He participado en numerosas formaciones, he consumido incontables vídeos y he profundizado en la lectura y el estudio sobre el tema. En una de esas formaciones, Nazareth Castellanos, neurocientífica, divulgadora y genia, compartió el recorrido que la información realiza a través del cerebro y el cuerpo al entrar por los cinco sentidos (te recomiendo este vídeo donde lo explica. Y fue ella quien me dio la clave del primer paso para gestionar las emociones: escuchar al cuerpo que todo lo sabe.

Cualquier percepción a través de la vista, el tacto, el gusto, el oído y el olfato se dirige directamente a nuestro cerebro a través del sistema nervioso. Esta información atraviesa diversas partes del cerebro, nada ocurre instantáneamente. Desde que percibimos algo hasta que somos conscientes de esa percepción, transcurre un tiempo debido a ese recorrido de la información.

La información percibida pasa primero por la zona más profunda del cerebro, donde se procesa para identificar el tipo de información (palabras, olores, tamaños, formas, temperatura, tonos, sonidos, etc.). Luego, se evalúa el contenido emocional de esas percepciones, que está almacenado en nuestra memoria a través de experiencias y aprendizajes pasados. En este punto, el cerebro determina la reacción corporal ante lo que estamos percibiendo. Finalmente, toda esta información procesada se distribuye a nuestra corteza cerebral, y es en este último paso cuando nos volvemos conscientes de la información. Esto significa que nuestro cuerpo reacciona antes de que podamos ser conscientes de ello.

¿Cómo puedo ser consciente de algo que todavía mi corteza no sabe? Como señala Nazareth, «el cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta». Quizás estás pensando ahora mismo que vives en desconexión de tu cuerpo, y seguramente así sea, por lo tanto, tienes una oportunidad maravillosa para aprender a conectar con tu cuerpo. Puede lograrse a través del ejercicio, la meditación, el baile o incluso durante un simple paseo. Pon consciencia en lo que haces, ya sea aplicarte crema en la cara o en las manos. Siente tu respiración, observa cómo sube y baja el pecho o el abdomen, cómo entra el aire fresco y sale el aire más caliente, y conecta con la sensación en tu cuerpo.

Te propongo una práctica mientras lees este artículo: ¿Qué estás sintiendo en este momento? Cierra los ojos unos segundos e intenta localizar cómo está reaccionando tu cuerpo y dónde estás experimentando esas sensaciones. Y sigue practicando un poquito cada día.

“No lloro porque estoy triste, estoy triste porque lloro” – William James

Foto de Nik en Unsplash

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