Ahora, eres consciente de cómo escuchar a tu cuerpo, puedes darles nombre a tus emociones, entiendes a qué situación se quiere adaptar tu cerebro, e identificas los pensamientos y creencias que desencadenan esas emociones. Pero, te preguntarás, ¿qué hago con esta conciencia? Si las emociones son provocadas por pensamientos y sigues pensando lo mismo, puedes abordar la emoción como has aprendido, pero corres el riesgo de quedar atrapado en un bucle emocional, ¿verdad?.

Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también tienes razón.

Henry Ford

¡Qué no cunda el pánico! Las creencias pueden cambiar, la plasticidad de nuestro cerebro nos permite transformarlas. Pero antes, exploremos un poco más sobre qué son las creencias.

Tus experiencias y cómo las interpretas forman tus creencias. Especialmente tu infancia fue un caldo de cultivo y tus creencias se moldearon a través del significado que le diste a tus vivencias, las acciones y palabras de tu familia y escuela, y las normas de tu entorno cultural y socioeconómico.

Si tus creencias están tan arraigadas que no las puedes identificar, considera reflexionar sobre tu familia, tus héroes de la infancia y las figuras que influyeron en tu educación. ¿Cuál era su filosofía? ¿Qué frases solían decir? ¿Cómo veían el éxito, el dinero, la religión, el arte y la educación? ¿Puedes identificar alguna creencia actual en base a eso? ¿La tienes?

¡Genial! Ahora que has localizado algunos de esos pensamientos que tu cerebro automatiza para ahorrar energía y tiempo, te explicaré una forma (entre otras muchas) para desmontarlos.


Las creencias se pueden dividir en tres grandes áreas:

Desesperanza: piensas que lo que sea te parece imposible. ¿Cómo desmontarlo? Ganando confianza en ti y en la vida. Finge que se puede, haz como si pudieras, como si fuese posible. ¿Cómo actuarías si lo que sea pudieses lograrlo? Pues actúa así. Va, dale a la imaginación, la respuesta está dentro de ti. También puedes mirarte fijamente al espejo y repite: “Yo sí puedo”.

Impotencia: piensas que lo que sea te parece posible para el resto, pero no para ti. ¿Cómo desmontarla? Entrando en acción para conseguir la competencia que te permita lograrlo. ¿Qué necesitas? Pues busca la forma de lograr aprender a hacer eso que te permitirá lograrlo. Piensa en las personas que sí pueden hacerlo y haz como si fueses esas personas. ¿Cómo actuarían? ¿Cómo andarían? ¿Cómo se vestirían? Pues tú igual. Mírate en el espejo y repite: “Yo también puedo aprender”.

Indignidad, cuando piensas que no mereces lo que sea que hayas recibido. ¿Cómo desmontarla? Sintiendo que mereces ese puesto, ese regalo, esa persona en tu vida, esa felicidad, esa calma, esa buena noticia, sintiendo que tú también mereces amor, libertad y seguridad. ¡Qué difícil a veces verdad!, ¿conoces alguna persona que se sienta a gusto en su propia piel? Haz como si fueses esa persona, imítala. Mírate al espejo y repite: “Yo SOY”.


No digo que sea fácil; a veces cambiar una creencia puede resultar desafiante. Pero ¿qué pierdes por intentarlo? La posibilidad de transformar tu vida está en tus manos. ¡Adelante!

Foto de Torsten Dederichs en Unsplash

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