Hace unos años, la empresa en la que trabajaba me ofreció la oportunidad de entrar en un proceso de Coaching. Y eso lo cambió todo. Había probado antes con diferentes psicólogos para aprender a gestionar el tiempo y el estrés, pero no había terminado de cuajar en mí. Con Loren, la persona bonita que me acompañó en este viaje, el coaching encajó muchísimo conmigo y pude generar cambios potentes que iniciaron una transformación. Por primera vez en mi vida sentí que también hay luz en mí.

Me llamó tanto la atención, que quise seguir y conocer más del coaching. Me apunté a un postgrado donde aprendí las bases. Puse en práctica conmigo misma todo lo que nos enseñaban y luego hice montones y montones de horas de prácticas con los conejillos de indias que se ofrecieron voluntarios. Qué miedo pasé al principio y cómo lo disfruté después.

Entré en un proceso de Programación Neurolingüística (PNL) para sanar alguna cosilla que otra, me enamoré de la creatividad de María Máñez, mi coach, de sus rizos poderosos y de la PNL. ¿Qué era eso que te hace dibujar con el subconsciente, te lo trae a la consciencia, y luego pasan cosas? Quería saber más, así que me apunté al Practicioner de PNL, con Gustavo y Techu, dos profesores que más bien son verdaderos maestros de VIDA y un ejército de ayudantes a los que llaman azules. Se crea una energía mágica y todo acaba con “el cambio de historia”, ¡¡casi nada!!

Sigo con más formación, me encanta, es la primera vez en la vida que estudio algo que de verdad me interesa y conozco gente estupenda de la que aprendo un montón. Y sigo con las conversaciones estilo coach, porque me fascina el momento “eureka” de la persona cuando conecta con su propia solución. Y sigo con los cambios en mí porque poco a poco me voy hablando de otra forma y mi diálogo interior es más amable conmigo.

Y tú, ¿cómo cambias?

Foto de Francesco Gallarotti en Unsplash

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