Tengo que decir que, a pesar de haber suspendido varias veces la asignatura de Programación, al final decidí hacerme amiga de la creación de código y hasta le cogí el gustillo. Creo que estaba enfadada con el mundo, pero luego debí pensar “hemos venido a jugar, ¿no?, pues ¡venga, a disfrutar!”. De hecho, hoy en día la programación me parece una actividad de lo más creativa, en contra de lo que piensa mucha gente, y de vez en cuando intento solucionar algún problema cotidiano inventando alguna chapucilla de programación que me recuerda a esa sensación de “¡eureka!” cuando encuentro la solución.
Aun así, se me daba mejor tratar con las personas, por eso puse el foco en dirigir mi carrera hacia la consultoría y la dirección de proyectos. Gracias a esta actividad, estuve durante una larga temporada yendo de una empresa a otra, a la vez que disfrutaba de la oportunidad de conocer diversos negocios, equipos y personas. Desde luego, no se podía decir que me aburriese, un poco de calle sí que iba, eso también es cierto.
Cuando mis hijos me preguntaban por mi trabajo, siempre les contestaba “ayudo a las personas a que trabajen más fácil y así estén más contentas”. Realmente era así como lo sentía y como me orientaba. Con esa vocación de servicio que siempre he tenido, me volcaba en entender bien los negocios y las problemáticas de la gente, para buscar la mejor solución y luego hacer un buen acompañamiento en la implantación.
Me gustaba tanto fusionarme y cohesionarme con los equipos durante los proyectos, que incluso he llegado a crear buenas amistades entre las personas que he ido conociendo a lo largo de esta fase de mi carrera.
Y tú, ¿qué vocación tienes?
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