Cuando intento establecer nuevos hábitos, a menudo termino abandonándolos después de unos días. Me pregunto una y otra vez: ¿por qué me saboteo tanto a mí misma? Sé que es muy beneficioso dormir de 7 a 8 horas diarias, hacer ejercicio varias veces a la semana, disfrutar del mar o de la montaña, meditar durante media hora al día, llevar un diario de gratitud o de logros… Entonces, ¿por qué los abandono? Recientemente, he encontrado una respuesta que me ha resultado muy útil.
Cuando inicio acciones desde el miedo o desde lo que quiero evitar, generalmente solo logro acercarme más a aquello de lo que trato de escapar. Si hago ejercicio por miedo a terminar en una silla de ruedas, si me organizo para dormir 8 horas por temor a estar agotado/a al día siguiente, si me acerco a la naturaleza por el miedo a desgastarme durante la semana, si medito por temor a perder el rumbo… al final, termino por abandonar.
El miedo está aquí para protegernos; es nuestro amigo. Si no existiera el miedo, habríamos desaparecido como especie. Debemos querer al miedo, prestarle atención, darle su espacio y escucharlo, aunque a veces nos lo ponga muy difícil y lleguemos a sentir que moriremos de miedo, e incluso lleguemos a tener tanto al miedo al miedo que no queramos enfrentarlo.
Una vez que el miedo ha ocupado su lugar, llega el turno del amor, desde donde tengo la oportunidad de construir. Construir desde el amor hacia mí misma y hacia los demás, ya sabemos que también estamos aquí gracias al amor. Si establezco hábitos basados en dormir lo suficiente para que mi cuerpo se recupere cada día, en conectar con la naturaleza para encontrarme a mí misma, en meditar porque me enamora mi respiración, en dar a mi cuerpo el movimiento que se merece y necesita, en escribir agradecimientos o celebrar mis logros para reconocer cada acción que suma… entonces estaré construyendo desde el amor hacia mí misma, y eso repercutirá en los demás, ya que somos un sistema y lo que hago por mí afecta a las personas que me rodean.
Y tú ¿desde dónde construyes?
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